Os presento a la chica blanca de la foto. Se llama Marina y lleva tres meses en Etiopía preparando el terreno para que nuestro proyecto salga adelante y de la mejor manera posible.
De momento es una alegría y una tranquilidad tenerla allí, luchando en primera línea con las burocracias y las peculiaridades propias de la personalidad y filosofía etíope de la vida.
Pero ahí no quedado la labor de Marina. A nuestra querida voluntaria no se le caen los anillos por involucrarse en todas las miserias que le rodean. Su trabajo incesante y valiente le está llevando a conocer un sinfín de situaciones y realidades que ponen los pelos de punta.
Gracias a su sacrificio, su empuje y esa pizca de bendita locura que es necesaria para invertir meses de su juventud en un viaje de este tipo, la asociación tiene ahora entre sus prioridades acometer varios frentes para la ayuda a niños y familias anónimas de un país al que tanto amamos.
En este viaje que voluntariamente ella decidió tomar no hay sitio para los orgullos, las medias tintas ni las medallas. De esta manera, metiéndose de lleno en el barro, no se dejan jamás las cosas a medio hacer.
Marina, con su juventud, su energía, sus ganas de cambiar las cosas y su sensibilidad ayuda y soporta nuestra labor, además de sembrar nuevas acciones que den un fruto en forma de un futuro para algunas personas en ese país. Por el camino cometerá errores, que sólo comete el tiene el tesón y la voluntad de querer cambiar este injusto mundo granito a granito de arena.
Mi admiración y mi agradecimiento.
Ya os iremos contando todas sus acciones de manera concreta para que nos ayudéis.
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